LA GARRA
Julio entró cabizbajo empujando el trozo de aluminio que funcionaba como única puerta de la chabola. Era una de las muchas chabolas del Pando, un barrio marginado de Santa Marta, Colombia. Un soplo de corriente aventó el humilde lugar en el momento en el que la puerta se cerró por el impulso. En un sillón verde sin revestimiento se encontraba Alejandra, sentada con los codos sobre las rodillas y las manos en la cabeza. Julio dejó una pistola semiautomática sobre la pequeña mesa de plástico azul claro. Abrió el cargador y dejó caer la munición. Tres balas rodaron por la mesa, una cayó al suelo. Julio siguió la bala ambulante con la mirada, sin inmutarse. Miró al techo de madera destartalada y entonces se giró hacia Alejandra. Un mechón de pelo ondulado y oscuro cubría el único espacio que dejaba entrever el rostro de la chica.
-Estoy embarazada- dijo ella en un llanto.
Julio juntó las cejas e hinchó los agujeros de la nariz arrugando el resto de su cara. Alejandra añadió:
-Si no lo dejas- inspiró la mucosidad- me marcho- dijo posando una mirada desafiante en Julio mientras se colocaba el pelo detrás de las orejas.
Julio abrió los ojos y, sin dejar de mirar al suelo, acarició el tatuaje de su brazo derecho descubierto, en el que estaba escrito: “La Garra”. La Garra era una banda violenta de contrabando a la que pertenecía Julio desde hacía tres años.
-¿Seguro que estás embarazada?- dijo mirándola de nuevo.
-Sí Julio, ya fui a la ciudad a hacerme un chequeo.- respondió secándose las lágrimas con sus dedos finos.
Julio dio dos pasos adelante y se agachó frente Alejandra. Las manos le temblaban por culpa del alcohol y las drogas que consumía.
- No puedo dejarlo hoy día, ¿sabes?- añadió rascándose nervioso su pelo corto, negro y grasiento.
-¿Por qué no? Nunca es el momento. Ya no hay vuelta atrás, o lo dejas o me marcho Julio,- y repitió en voz más baja- o lo dejas o me marcho.-
Los ojos de Julio comenzaron a diluirse. Se levantó exalto y empezó a dar vueltas por su hogar negligente. Recogió aprisa los papeles de diario del suelo que impedían que se extendiera el agua que provocaba de los achaques del lugar. Sin dejar de andar comenzó a romper el papel con desazono. Cada vez que despedazaba un papel sacaba de su boca un pequeño rugido. Cuando los rompió todos se dirigió a la mesa de plástico y dio un golpe con el puño que hizo rebotar la pistola. Paró. Se quedó mirando fijamente la pistola durante cinco segundos. Cogió la pistola con decisión y sin decir una palabra se marchó.
Alejandra había seguido con mirada exasperada todos los movimientos de Julio. La puerta de aluminio había vuelto a dejar escapar un soplo de corriente al cerrarse. La joven morena se quedó mirando fijamente aquella puerta mientras salían gotas de sus ojos que acariciaban sus mejillas y caían en su vestido estampado de flores.
Dos minutos más tarde, la puerta se volvió a balancear por tercera vez. Era Julio. Entró sereno, esta vez no llevaba la pistola. Se acercó calmoso a Alejandra y se volvió a agachar frente a ella.
La miró a los ojos, posó sus manos raídas sobre el vientre de la chica y sonrió mostrando su dentadura amarilla.
-Estoy embarazada- dijo ella en un llanto.
Julio juntó las cejas e hinchó los agujeros de la nariz arrugando el resto de su cara. Alejandra añadió:
-Si no lo dejas- inspiró la mucosidad- me marcho- dijo posando una mirada desafiante en Julio mientras se colocaba el pelo detrás de las orejas.
Julio abrió los ojos y, sin dejar de mirar al suelo, acarició el tatuaje de su brazo derecho descubierto, en el que estaba escrito: “La Garra”. La Garra era una banda violenta de contrabando a la que pertenecía Julio desde hacía tres años.
-¿Seguro que estás embarazada?- dijo mirándola de nuevo.
-Sí Julio, ya fui a la ciudad a hacerme un chequeo.- respondió secándose las lágrimas con sus dedos finos.
Julio dio dos pasos adelante y se agachó frente Alejandra. Las manos le temblaban por culpa del alcohol y las drogas que consumía.
- No puedo dejarlo hoy día, ¿sabes?- añadió rascándose nervioso su pelo corto, negro y grasiento.
-¿Por qué no? Nunca es el momento. Ya no hay vuelta atrás, o lo dejas o me marcho Julio,- y repitió en voz más baja- o lo dejas o me marcho.-
Los ojos de Julio comenzaron a diluirse. Se levantó exalto y empezó a dar vueltas por su hogar negligente. Recogió aprisa los papeles de diario del suelo que impedían que se extendiera el agua que provocaba de los achaques del lugar. Sin dejar de andar comenzó a romper el papel con desazono. Cada vez que despedazaba un papel sacaba de su boca un pequeño rugido. Cuando los rompió todos se dirigió a la mesa de plástico y dio un golpe con el puño que hizo rebotar la pistola. Paró. Se quedó mirando fijamente la pistola durante cinco segundos. Cogió la pistola con decisión y sin decir una palabra se marchó.
Alejandra había seguido con mirada exasperada todos los movimientos de Julio. La puerta de aluminio había vuelto a dejar escapar un soplo de corriente al cerrarse. La joven morena se quedó mirando fijamente aquella puerta mientras salían gotas de sus ojos que acariciaban sus mejillas y caían en su vestido estampado de flores.
Dos minutos más tarde, la puerta se volvió a balancear por tercera vez. Era Julio. Entró sereno, esta vez no llevaba la pistola. Se acercó calmoso a Alejandra y se volvió a agachar frente a ella.
La miró a los ojos, posó sus manos raídas sobre el vientre de la chica y sonrió mostrando su dentadura amarilla.